La testigo de la época Christa Hinz

Un lisiado de guerra salta por encima de la valla de un cercado

Menschenmenge am TraberhofPor una amiga había oído de la obra de Bruno Gröning en el Traberhof. Por ello también fui allí durante dos días. A mi llegada había entre diez y veinte mil personas en el criadero de caballos. Bruno Gröning aún no estaba. Le esperamos durante horas.

Entonces vino y habló desde el balcón a la gente. Yo noté una corriente eléctrica y una vibración, un hormigueo por todo el cuerpo. Otras personas también se movían, sus miembros volaban verdaderamente. Algo así no lo hubiera creído si no lo hubiera vivido yo misma. Algunos presentes empezaron a gritar: "¡No necesito más los bastones!" y: "¡Puedo andar de nuevo!"

Estábamos todos cabeza a cabeza, pero a pesar de ello me movía entre la multitud, porque me interesaba tanto lo que estaba ocurriendo.

Camilleros de la Cruz Roja ayudaban a un hombre a ponerse en pie, pues estaba acostado en primitivas tablas de madera. Él levantaba las manos buscando ayuda, el sudor le caía a chorros. Yo le pregunté que le faltaba y él respondió: "Soy un lisiado de guerra." Más tarde, este hombre se levantó entero de su lecho.

Entonces vi a un lloroso abuelo que estaba allí con su nieto de ocho años. El joven no podía andar. Habían construido un carrito, compuesto de sencillas tablas, para traer al joven aquí, al Traberhof, a Bruno Gröning. El viejo me explicó entre lágrimas que su nieto ahora podía andar de nuevo.

Otro hombre saltó por encima de la valla y yo le dije: "¡Vaya, Ud. está aquí fuera de lugar!" A lo cual me contestó él: "El domingo pasado todavía estaba paralítico, andaba sólo con muletas", y ¡cinco días más tarde saltaba ese mismo hombre por encima de las vallas! Él emitía una gran felicidad y me enseñó su carnet de lisiado de guerra.

También encontré en el pueblo a un hombre viejo. Estaba sentado en una silla de ruedas. Él había perdido su curación. La gente había afirmado que las curaciones no perdurarían y que Gröning era un charlatán. Él había dado crédito a esas palabras.

La gente estuvo allí día y noche. Todo el tiempo que yo estaba en el Traberhof no noté nada de hambre. La multitud no estaba histérica, todos creían y confiaban en llegar a ser sanos. Cuando yo vi allí a esa gente acostada sobre tablas, o apoyadas en muletas, estuve interiormente tan conmovido que me faltaban las palabras y no podía mirar todo aquello.

Creo que Bruno Gröning tenía una unión muy especial con Dios. Siento pena no haberme podido encontrar con él más a menudo. Todavía hoy pienso con frecuencia en lo vivido.

Dokumentarfilm

El documental:
“El fenómeno de
Bruno Gröning”

las fechas de proyección en los cines de distintas ciudades en el mundo entero

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Los científicos toman la palabra: Aspectos interesantes acerca de la enseñanza de Bruno Gröning